Querida Anna:
Gracias por tus mensajes
de interés por cómo fue el viaje, por qué tal la escuela y por tu preocupación
porque no te contestaba. Te contesto ahora por email que tengo un hueco entre
clase y clase. Llevo cuatro días aquí y no he parado ni un momento.
En cuanto llegué a la
residencia, oí voces españolas por los pasillos. Así que llamé a todas las
puertas para hacer amigos. La primera que hice fue mi compi de habitación, una asturiana
con acento gallego. La primera noche y nos quedamos hasta las tantas, así pasó:
resacón. Nos salvó que al día siguiente teníamos clase por la tarde y pudimos
dormir toda la mañana. Nos perdimos el desayuno, pero, sinceramente, estábamos
mejor en la cama.
Cenamos a las seis, así
que a las once tenemos más hambre que los pavos del tío Manolo y nos metemos
para el cuerpo una tremenda porción de pizza. ¡Están buenísimas! Y después…
¡botellón! (organizado y permitido). No te asustes de salir entre semana, aquí
es normal. Lo raro es quedarse en la residencia estudiando. Y es raro porque es
imposible: nuestra ventana da justo a la calle de los bares. Y te juro que ese
volumen es prohibitivo. ¿Pero a quién le importa cuando eres tú la que baila? Porque
después del botellón nos trasladamos a la discoteca. Y no digo a una discoteca cualquiera
de las mil que hay para elegir, digo a LA DISCOTECA. Hemos encontrado nuestro
santuario nocturno. Y con canciones que sonarán en España dentro de varios
meses, nos lo han confirmado. Bailamos hasta con coreografía. Te la enseñaré,
tranquila.
He echado el ojo a un
muchachito, de mi residencia no es. No sé, quizá le diga algo durante el recreo.
Lo veo comprando una chocolatina en la máquina del vestíbulo de la escuela.
Prometo escribirte más a
menudo. Te dejo, ha llegado el profesor. Mmm, está bueno.
Querida Anna:
Me he quemado con el sol.
Me estoy pelando hasta la nariz. No me regañes que te voy a contar algo jugoso:
¡he ligado con el chico que te dije! El profesor no es, malpensada, es el de la
máquina de chocolatinas. Me gusta. Y a ti también te gustaría, es de nuestro
estilo: rubio con ojos azules, jajaja. ¡Y andaluz!
Te cuento la historia
desde el principio. Como era sábado, fuimos mi compi y yo a una playa preciosa
en bus (ya te hablaré de la conducción temeraria de los autobuseros) y allí
estaba él. Se ha acercado porque me ha reconocido de la escuela y nos ha
invitado a unirnos a su grupo. En la vuelta me ha agarrado para que no saliera
escopetada, en serio, ir de pie en ese vehículo es un riesgo para la salud. Después,
hemos quedado con ellos para el botellón y luego hemos ido a LA DISCOTECA.
El tonteo era evidente,
así que, como mi compañera necesitaba dormir la mona, me invitó a su habitación,
pero resultó que su compañero estaba “ocupado”. El caso, que su habitación es
más bien un apartamento y tiene un sillón libre. No preguntes. Me quedé dormida
con las lentillas puestas. Regáñame, te estoy escribiendo con un ojo cerrado y
el otro rojo como un tomate.
Te dejo, tengo muchas
cosas que preparar porque mañana vamos a una excursión en barco y por la noche
hacemos fiesta en la piscina de su resi.
Querida Anna:
No te puedes imaginar la islita
que visitamos en barco. Y no me da la cabeza para calcular los metros de esa
piscina. Pero lo mejor vino después, jejeje. Anna, no te enfades, pero… es
posible que me esté enamorando.
Querida Anna:
Siento haberte tenido
desinformada, pero he estado triste y no te quería arrastrar a mi desolación
más absoluta. Me cambiaron el turno de clase y me toca madrugar. Hablé con la
jefa de estudios, pero creo que no me entendió, mi inglés es el que es. Total,
que ahora soy como la nueva en una clase donde todos ya se conocen. Y encima
las noches en el sillón tienen que acabarse antes para que yo pueda dormir algo
más de tres horas y llegar presentable a clase. En fin, así son las cosas.
Querida Anna:
A mi soledad estudiantil
se suma una nueva tragedia: mi compi de habitación se pira, se le ha acabado la
beca. Lo bueno es que me quedaré la habitación para mí sola el resto del curso,
que tampoco es que quede mucho. Se me ha hecho corto, sobre todo por la noche,
jejeje. En serio, creo que si salgo una noche más se corrobora eso de salir más
que el camión de la basura.
Te dejo, tenemos que organizar
una fiesta de despedida; básicamente vamos a comprar sangría porque el dinero
escasea.
Querida Anna:
Creo que puedo afirmar
sin temor a equivocarme que este verano en la isla ha sido el mejor verano de
mi vida. He aprendido a querer, a tener lazos muy fuertes con gente que no
conocía de nada, a valorar la amistad y el cariño, he descubierto que adoro a
mi familia y que no hace falta echarla de menos para quererla más. He
comprendido que vivir en bikini y chanclas es posible y muy placentero.
Ha sido mejor de lo que
me podía esperar y eso que también he llorado de lo lindo: cuando me cambiaron
de clase, cuando se fue mi compi, cuando me robaron la cámara de fotos… eso no
te lo había contado, ¿verdad? Pues sí. No te lo dije para no preocuparte.
No me regañes por el
sobrepeso de la maleta que tendré que pagar mañana porque muchas de las cosas
que he comprado son para ti. La única cosa que he comprado para mí ha sido… ¡un
billete a Almería!
#ElVeranoDeMiVida